
DE VIAJE
y de fuertes tradiciones que conviven
con la modernidad más extrema.
Este gusto por los detalles se puede
ver incluso en cómo trocean el
atún en el mercado del pescado de
Tsukiji, en Tokio, considerado el
más importante del mundo. Se necesitan
unos cuantos hombres con
grandes cuchillos, pero los manejan
con una delicadeza extrema. También
resulta curioso ver la subasta
del atún, en la que grandes piezas
congeladas se marcan con fina caligrafía
japonesa con el nombre del
propietario de restaurante que las
ha comprado. Pruébalo en algunos
de los restaurantes de Tokio, ciudad
símbolo de la modernidad, que aunque
acelerada, está llena de detalles
de los que disfrutar.
Nara, la antigua ciudad imperial,
todavía conserva algunos de los
mejores templos. No te pierdas el
budista Todaiji, que es también el
acceso al parque. Allí encontrarás
más de 1.000 ciervos que se mueven
libremente, ya que la religión los
considera mensajeros de Dios. No
son peligrosos, pero si huelen que
llevas comida intentarán cogerla.
En Kioto vale la pena dar una vuelta
por Gion a media tarde y ver pasear
a geishas —las artistas tradicionales
japonesas que animan banquetes y
celebraciones— y maikos, las aprendizas
de geisha. En otoño te recomendamos
subir al monte Yoshino para
apreciar el impresionante cambio de
colores de las hojas. Si tienes tiempo,
puedes hacer una escapada a Osaka.
Vietnam
El país del agua
Los ríos y el Mar de la China marcan
el país asiático. El Mekong —que a
menudo se desborda— lo convierte
en uno de los grandes productores
del mundo de arroz. Los vietnamitas
también son como el agua: fluyen con
amabilidad, sonríen, son hospitalarios,
lejos de su pasado dramático.
Empezamos por el sur, en el delta
del Mekong. A cerca de tres horas
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HADYNYAH/GETTY
En la ciudad de Kioto es recomendable visitar el templo budista de Kiyomizu-dera,
que en japonés significa “templo del agua pura”.
RACC 64 junio 2018