
DE VIAJE
La Sirenita es el monumento más famoso de la ciudad de Copenhague y está inspirada
en el cuento de Hans Christian Andersen.
una herencia familiar. Sin embargo,
eso es justamente lo que se hace en
Dinamarca, al menos una vez al año:
romper los platos después de la cena
de Año Nuevo. Acercarse a casa
de un amigo o un vecino y lanzar
con violencia unos platos frente a
su puerta se considera un modo de
mostrarle aprecio; de hecho, cuantos
más platos rotos se acumulen frente
a la entrada, más cariño se manifiesta.
También es verdad que muchas
veces se aprovecha para acabar con
aquellos platos viejos o desparejados
que han quedado en el fondo de la
alacena, un modo de apelar a la renovación,
al cambio que supone el
inicio de un nuevo año, o incluso a
la prosperidad que esperamos llene
los platos que estrenaremos con el
nuevo ciclo.
El estallido de los platos se puede
completar con el de los fuegos artificiales
que iluminan cada noche,
del 26 al 31 de diciembre, el Tívoli
de Copenhague. Y ya que estamos
aquí, tampoco vamos a dejar pasar
la ocasión de rendir homenaje a La
Sirenita, la estatua de Edvard Eriksen
inspirada en el célebre cuento de
Hans Christian Andersen y ubicada
junto al canal Yderhavnen, muy cerca
del jardín de Kastellet. Por el camino
nos tropezaremos con el pintoresco
barrio de Nyhavn, antiguo puerto
con sus típicas casitas de madera
pintada de colores alegres y sus terrazas
bordeando el agua.
Alemania
Un futuro con
pies de plomo
Los alemanes, como tantos otros,
reciben el Año Nuevo con un buen
castillo de fuegos artificiales, ideal
para ahuyentar los malos espíritus.
Aunque la tradición cervecera de
lugares como Múnich hará que esta
bebida no falte en la mesa, también
es cierto que en fecha tan señalada
se brindará con sekt, es decir,
con champán, mientras se exclama
“¡guten rutsch!”, feliz resbalón. Quien
pronuncia la frase no le desea nin-
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RACC 52 diciembre 2017
MARCO WONG/GETTY