Tanto el Audi Q5 (izquierda) como el VW Polo (foto de arriba) disponen de frenada
de asistencia autónoma, que calcula si el conductor no detendrá a tiempo el vehículo
ante un obstáculo (o ante un peatón) y actúa en caso de necesidad.
Al adquirir un coche, la seguridad
debería ser siempre una prioridad
en la decisión de compra. El factor
humano en la conducción tiene sus
límites, por ello van apareciendo
nuevas tecnologías de apoyo que
acuden en ayuda del conductor, como
el mantenimiento de carril; la
frenada de asistencia autónoma,
que primero alerta y si es necesario
actúa; el detector de fatiga; la monitorización
de ángulos muertos,
que avisa si hay vehículos, peatones
o ciclistas; la suspensión adaptativa,
que adapta los amortiguadores,
o la iluminación adaptativa, para
mantener de noche el campo de visión,
entre otras propuestas.
Si a pesar de todo se produce un
accidente, el vehículo debe estar
preparado para minimizar las consecuencias
del impacto, con plataformas
mejoradas y medidas como
la deformación programada de la
carrocería, el ajuste automático de
asientos, cinturones o ventanas, si
se prevé un impacto trasero, y por
supuesto, los sistemas de retención k
RACC 35 marzo 2018